¿Queréis que os cuente el cuento del Albergue de los Horrores? Yo no os digo sí, yo digo que si queréis que os cuente el cuento del Albergue de los Horrores. Érase que se era en un pueblo recóndito de Galicia al que fueron a caer 29 incautos pero intrépidos senderistas de cuyo nombre me acuerdo aunque no quiero mentarlo, en un fin de semana de felicidad porque la campaña electoral estaba abierta y el futuro candidato rezuma Paz y sosiego, tranquilidad, y sobresaltos, pocos. Pues bien, por la mañana estos valientes salen tarde de La Coruña porque el conductor del bus confunde los salesianos con los dominicos y a la población de Ponteareas con la de Pontecaldelas. Pero nada de esto interfiere el buen humor de los senderistas que desconocen lo que el destino burlón aún les va a deparar. Son recibidos por Federico y Catalina, pareja joven, oronda, simpática, con muy buena voluntad. Federico los lleva por una ruta de montaña calzado con unos tenis llenos de tierra de color blanco porque es un gran senderista, mientras Catalina se dirige con su furgoneta azul a preparar la cena, sin olvidar la comida para ellos dos. Qué mal cuidamos el patrimonio natural gallego, les cuenta Federico, él no es de aquí, es del Norte. Y señala la papelera llena por los domingueros que parece no haber sido vaciada desde el verano anterior. Y vuelven al punto de inicio valorando la nobleza da Federico que a todos los senderistas les ha caído muy bien. Se realiza una parada para comer. Catalina recoge a Federico que vuelve por la tarde para comenzar otra ruta a la vera del río. Sigue con los mismos tenis que no le queda más remedio que meter en el agua para mojarse los calcetines y los pies por el estado de las corredoiras por donde él mismo nos guía. Fenomenal, les lleva a un pueblo donde la Santa Inquisición quemaba a las almas descarriadas y nos muestra la Casa do Cura, Carallo pa o Cura, todos vieron el servicio del servicio y algunos se quedaron sin ver el del cura, carallo pa O Cura. Mientras, en la puerta principal un abominable hombre de piedra amenaza con lanzarles el mundo a la cabeza.... El narrador cree importante en que os fijéis que Federico llevó a nuestros senderistas a la plaza donde chamuscaban a sus antepasados. No pasemos por alto lo que sucederá ....... Después d

e consentir Federico que los aventureros prueben las cañas del pueblo, como si preparase el camino a lo imprevisto, lo misterioso, lo exótico, lo desconocido, a las fuerzas desatadas del mal más profundo, ordena que el bus haga una parada y ¡¡hala!!, cada senderista que cargue con su mochila y sus utensilios, algunos los llevaba como las campanillas que anuncian las cabras en el monte, las maletas, los playeros, el champú, el maquillaje para antes de bailar, el ...., es igual, ya me entendéis, y se ponen a andar siguiendo a nuestro guía de los tenis blancos y ahora mojados, durante lo que podrían ser 50 metros hasta el albergue, mas pasaban los minutos, pasában por casas labriegas, parecía que el bus también cabía por esa carretera, y el albergue no se oteaba por el horizonte, cuanto más iban allá, más lejos quedaba, cuanta más prisa se daban, más lejos quedaba, cuanto anduvieron, creo que no lo saben.

Cuando por fin llegaron al ansiado albergue, los más sabios del grupo enseñaban con orgullo sus aposentos al resto de la comitiva, hasta había un cuarto de baño con Yakusi. Y nuestros afortunados senderistas ya se hacían con la ducha relajante de agua caliente y olores provechosos para todos los que juntos habían de dormir.En esto que se va la luz. Federico de arriba abajo, no dice nada, algunos de nuestros protagonistas prueban el agua, sale helada, las chicas pasarán por la habitación de los chicos y además les falta una cama, abres los armarios y ves mantas, pero reciben miles de pies sudorosos, fermentados en queso, de golpe, en la pituitaria de la nariz.A muchos les parece que las sábanas de las camas cobran vida propia, a qué huelen, y la incomodidad, la impotencia se transforma por el buen humor de los senderistas. Piden ayuda a mister Lancelot y a su fiel escudero Delfín para que ayuden a Federico en el cuadro eléctrico endemoniado que apaga y enciende en menos de un segundo la ansiada luz. El Rey Ricardo se transforma en un gnomo y comienza a subirse los pantalones y a crecerle la barriga y se pone a bailar y a brincar y su cara a tornarse del color del tomate de lo bien que sientan estos aromas del bosque mezclados con los efluvios del Albergue de los horrores con el añadido de los propios cuerpos de los caminantes.Algunos necesitan una ducha y a oscuras y en agua fría cantan hasta ópera. Un atractivo de los servicios por los que habría que pagar es la situación del espejo en los baños, alguno tuvo visiones y veía las sombras reflejadas de las mujeres senderistas desnudas.Vino la Cena que fue lo mejor. Hay que alimentar bien a las almas corrompidas para que duerman bien después de esos bailes desvergonzados, sensuales, sexys que recordaban a Sodoma y a Gomorra.Poco a poco, los senderistas se iban retirando a sus magníficos aposentos, algunos tuvieron tiempo de ver como venus estaba muy cerca de la Luna. Lo mejor es que no podían dormir, porque los que bailaban desconocían que no dejaban dormir a quienes agotados se sentían. Pero fueron a divertirse, y nada ni nadie podría arrebatarles esos minutos de frenesí alocada. Todos
sintieron renacer en sus carnes los anhelos adolescentes de las juergas perdidas, pero algunos no podían con el ritmo impuesto por la Luna, su cercanía a Venus, la influencia del albergue

de los Horrores y las maquinaciones de Federico y Catalina que llamaron a la bruja Rabuda para que examinase el pecado y la displicencia de semejantes invitados a la mesa. La venganza de los dioses paganos, de los antepasados morriñosos, de los trasnos y de los muertos del cementerio a donde fueron a dar los huesos carbonizados de las brujas y herejes de antaño, se fraguaba lentamente en el albergue de los Horrores.Dos de la mañana, los hombres dormidos ya o casi dormidos, pero buenecitos en sus camas, y las mujeres: algunas intentando dormir, otras maldiciendo todo lo que se menea, y algunas divirtiéndose a cuenta de su talla de sujetador, hasta que por fin todo el mundo se acuesta.Pero las puertas del infierno ya están abiertas y un primer aviso en forma de luz de emergencia ciega a una senderista que pregunta que quién la encendió. Otras al quite de lo que pasa dicen que huele mal pensando que son las sábanas. El destino amigo quiere que a una de ellas la llame el bosque para que marque el territorio, y después de hacerlo sube tranquilamente diciendo que sube humo de los baños: se abre la espita del temor general, las mujeres senderistas avisan a los hombres senderistas que pudieron despedirse de este mundo respirando el desodorante maligno desprendido por los cables eléctricos de una caldera porque de allí sale un humo pestilente, incluso se adivina el fuego. Mención especial para Ivanhoe que de un salto y con las mallas al aire casi se esnafra por las escaleras del baño. Pero dio tiempo de desconectar la caldera donde los habitantes de la quintaesencia quisiera que hirvieran, y sino, se carbonizasen como hace siglos. Aparece Federico con cara de derrotado, mas sin encantamiento porque el Hada Morgana le lee la cartilla de los que no están al tanto de que los tiempos están cambiando.Pero el mal ya se fue por la noche moribunda, Federico en ese instante habla de profesionalidad, palabra clave en el mundo de hoy que sustrae de contenido a la existencia del Averno.
Pero el mal ya se fue por la noche moribunda, Federico en ese instante habla de profesionalidad, palabra clave en el mundo de hoy que sustrae de contenido a la existencia del Arverno.Qué buena es la gente profesional que lleva tenis blancos y llenos de tierra a las rutas de senderismo donde hay agua con muchas posibilidades de llegar con los pies mojados, que no limpian las mantas de los armarios, que dejan telarañas en los baños, que no comprueban la idoneidad de los aparatos eléctricos que tienen con la corriente contratada, que no disponen de un horario previsto porque la cena está retrasada, que no se cambian l camiseta después de haber realizado una ruta con el resto de senderistas y en el que todos los participantes han sudado, que teniendo una furgoneta para llevar equipaje la deja que descanse en el Albergue de los Horrores.Es verdad, que gente pecaminosa y de costumbres relajadas como los senderistas es lo que se merecen
por importunar la aparente armonía de los pueblos donde antes habitaron indecentes, pecadores, ofendidos, pobres, gentes de mal vivir quemados en la infernal hoguera mientras los obispos, curas, poderosos, cortesanas y bobalicones se enardecían del indecente, pecador, ofensor, pobre, penoso y horrendo espectáculo.QUE NO VUELVA A SUCEDER EN LA VIDA SENDERISTA ALGO TAN HORRIBLE.Los senderistas, al día siguiente, con ánimo e ilusión y con la sabiduría nueva que una experiencia imposible, increíble, narrada como un cuento, hará las delicias de sus compañeros senderistas de otros grupos, de sus familiares y amigos, algunos con sus nietos, iniciarán una nueva senda en su vida de tribulaciones andantes, pero en sus corazones reconocerán que sólo una vivencia mística como la vivida con el Sendeirismo Iar produce una alegría de vivir tal que ni las mismas hadas del bosque encantado gallego pueden proporcionar a sus más leales protegidos.Ya lo dijo Gollum en el Señor de los Anillos: “Mi Tesoro, es mi tesoro”.El Tesoro del espíritu IAR que vela por nosotros allá donde ni el mismísimo Saurom se atrevería a pactar con el diablo.Gracias senderistas, por ser como sois. Os queremos, nos queremos, con vosotros es más fácil llegar a la felicidad.