lunes, 23 de febrero de 2009

SENDERISTO Y LOS QUE REPRESENTAN A QUIÉN NO SE SABE

Senderisto miró nervioso el café que rebosaba la taza y no tuvo más remedio que cambiar el platito después de posarla sobre una servilleta de papel que lo absorbiese. Sus tranquilos nervios esta vez temblaban y no sabía que hacer para que no lo notase Caminanta que le esperaba paciente en el salón.

Aún se preguntaba como ella había aceptado su torpe y tímida invitación. Él pensaba que era la invitación de un viejo, pero tanto le inspiraba ella con su personalidad, su sonrisa divina y su gracioso andar…

Mientras pensaba en ello, se acercó al salón con la bandeja con dos tazas de café y el azucarero de Sargadelos y un platito con huesitos de santo que compró en una tienda de barrio de su completa confianza y se encontró con ella. Casi cae todo. Decidió posar la bandeja en un estante mientras Caminanta se excusaba. No pudo más, la rodeó con los brazos y la besó, la besó con tanta pasión, que ella, entre el susto y que no podía respirar, rompió a reír con tantas ganas y tanta alegría que no hubo más remedio que disimular. Senderisto disimuló que no había pasado nada, recogió la bandeja y acompaño con el gesto a Caminanta hasta el sillón del salón. Mas Caminanta seguía azorada, rutilante, mona y, sobre todo, radiante …

Al día siguiente, subieron al autobús que les iba a llevar a Portugal a una nueva ruta de senderismo. Se sentaron juntos y sus manos centrales eran la unión de su calor, dedos juguetones que se acariciaban con mucho amor, dedo a dedo, dedo con dedo: el truco consistía en nadie lo percibiera…

Pararon en Oia. Eran las once. A tomar un café y después a caminar. El café lo tomaron pero antes de partir el organizador de la excursión quiso presentarles a una personalidad. Resultó ser un político que deseaba conocer a los senderistas para pedirles el voto mientras les contaba cómo habían mejorado los senderos, las señalizaciones y los servicios para los caminantes amantes de la naturaleza.

El caso es que se enrollaba tanto que el tiempo pasaba y nadie ponía remedio.

Senderisto se levantó y pidió hablar. Enseguida sus compañeros lo aplaudieron y el representante de no se sabe quién no tuvo más remedio que callarse. Simplemente comento:

-Señor, ¿por qué en vez de contarnos sus inútiles cuentos no viene con nosotros a disfrutar del día, de los caminos, de la amistad y buenas viandas senderistas y así nos conocerá mejor y nosotros valoraremos si es digno de nuestra compañía o no?

Con cualquier excusa el interpelado terminó su discurso y se despidió. Más tarde el grupo se enteró de sus dispendios, de sus sillas carísimas, de su despacho de lujo, de su hombre de confianza que no pagaba a Hacienda y que era el futuro velador de los intereses económicos del país.

Mientras buscaban el inicio de la ruta comentaban en el autobús las falcatruadas continuas de semejantes personas, que si bien son reflejo de la sociedad es porque ésta se posa en el estanque no adecuado, alguno apuntó que la sociedad debería buscar un lago en el Courel a la luz de la Luna o con el Sol del mediodía para mirarse en sus aguas transparentes y ver si allí estaban esos individuos, seguro que no. Donde se les puede ver es en el río que recibe las aguas fétidas del mayor basurero, aguas sucias que reflejan lo peor del ser humano.

Y llegaron al principio del camino deseado y los pasos continuos les hizo olvidar el enojoso asunto y los sonidos del bosque, la visión del verde y el azul con los blancos y grises por el medio, les provocó la sonrisa del que se siente vivo y en armonía…