Senderisto sintió daño en los ojos cuando en el horizonte vio como serpenteaba por la cresta de las montañas una línea de color blanco que hería el paisaje bello, verde, amarillo y azul …
Senderisto es muy querido en su barrio, con sus botas, su bastón y su gran nariz. Suele llevar una gorra que le cubre su pelo canoso, muy canoso, y sus pequeñas orejillas.
Sus ojos son azules como el mar y su boca grande, mejor dicho, es su sonrisa la que llena su figura.
Las niñas y los niños le rodean y le preguntan qué tal está y qué tiempo va a hacer. Y Senderisto les mira con dulzura y bromea con ellos diciéndoles que la noche que sientan al viento quieto, que sientan su nariz fría y al cielo muy blanco, mientras su abuela mira a través de la ventana y gira su cabeza de un lado a otro y les hable de su abuelo, en paz descanse, con el que ya no puede salir a pasear y cuánto le echa de menos, entonces nevará.
Senderisto Iar Courelao tiene ya setenta y dos años, pero los lleva muy bien. Hace mucho tiempo le escribieron una carta de amor y su amada le decía que lo amaba y que su corazón era una esmeralda muy brillante de esperanza y sus manos unos rubíes maravillosos de pasión, y sus ojos poesía marinera, y sus pies una legión de senderistas unidos por amor. Senderisto amó mucho a esta mujer mas no se creía merecedor de ella, tanto la quería, que decidió desaparecer del pueblo en el que los dos vivían …
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1 comentario:
a que me suena esta historia?¿? O por lo menos, parte de ella.
no se, no se
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